En nuestra montaña
hay un verde robusto
hilvanado en los días
entre mayo y junio,
las hebras altas de la escoba
-papilionácea, dicen-
subordinarán al amarillo
su intemporal presencia,
serán las flores, esos zapatitos
de pie menudo quienes capten
toda la atención, luego la luna
mirará con envidia y los narcisos
tardíos de los prados
lograrán que algún dios de ira amistosa
consienta en arruinar unos colores
que le hacen competencia a los jardines
domesticados del Olimpo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario