Lejos, muy lejos ya la costa,
ni bruma queda en torno al mástil
de lo que fue una idea que cruzaba
mares de incertidumbre, debajo
la profundidad, la oscura brega
del oleaje con la madera reflotada
por una fe de corcho artificial, espacios
oscurecidos por el brillo lejano de algún faro
anunciando desgracias y los cantos
imaginados de sirenas hablando de la paz,
que te invitan a dejar de mover brazos y piernas
para que todo acabe como un sueño.
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