Renuevo la confianza,
la fe me sobra, rebosante
como un hervor de leche despeñándose
por el acantilado del cacharro,
todo en paz, estable, parecido al orden,
tras el paso fugaz de la bayeta
de color sulfuroso se refugia
la suciedad en el desnudo brillante del acero
y todo vuelve a ese descuido original
de lo nunca mirado.
En busca de la gracia inoxidable
que habita en las esquinas redondeadas
del fregadero bautismal.
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