Camino por el puerto,
hay algo de sangre en el sabor del aire,
junto a mí camina un niño
llevando de la mano a un anciano sonriente,
es su abuelo, una definición de las alturas
que nadie alcanza a comprender,
se sientan y se quedan mirando largamente al mar,
no hablan, se sonríen y golpean con los pies el vacío
para que suene acompasado con el rumor de las olas,
una alegría mineral se hunde en el agua
narrada por el viejo con su voz de niño con arrugas,
él es el que convoca el aire fresco al terminar el día
con una oración lanzada al aire como una red,
paladean la felicidad de aún no haber cenado
antes de que el estómago recuerde
que es un lugar perdido
en la anatomía vertical de los hambrientos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario