Aquel verano adelgacé,
me queda holgado el pantalón en la fotografía,
el aire dijo ¿me acompañas?
e inició un remolino como intentando levantarme,
lo mismo que hace con las hojas muertas,
yo miré hacia el sol, la mano de pantalla ante los ojos,
y me reí con él mientras el viento seguía con su esfuerzo,
pensé: aunque las cosas no mejoren, aún me queda
el consuelo del sol sobre los huesos.
Zona B:
Al genocida la voz se le oscurece al mismo tiempo que la mirada y la intención. Ahora se le empieza a ver tal como es: tenebroso, insaciable, aunque cobarde como un coyote del desierto.
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