Hay un pájaro verde crepitando
en el incendio de la rama,
sube el sol y da mordiscos en la piel, jugando,
aún no son las diez y ya la sombra
propaga su run run de musgo seco,
alguien despliega su silla de tijera y pinta,
habrá que adivinar o alzar la espera
bajo la lona del sombrajo,
luego hará más calor y esas gotitas
que tiemblan en el vidrio de la jarra
se irán secando,
él dibujará la ausencia,
marcas blancas de calcio en la pared traslúcida,
la fuga de algo que no llegó a alojarse
en el breve escenario del instante.
Zona B:
No es posible que toda esta barbarie que arruina cada día los cimientos del ser humano quede sin consecuencia. La memoria se carga de un lastre insoportable y acabará estigmatizando al estado genocida y a las gentes que lo apoyaron mirando hacia otro lado.
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