viernes, 18 de marzo de 2022

Acta parcial de una sesión antigua del concejo

 



A las ocho y media ya sonaban 

las campanas de la catedral por todo el valle,

más exactamente, las campanas de la espadaña, ellas

convocaban a concejo porque el alguacil

estaba enfermo (o castigado por el cura

por no acudir a comulgar en la misa anual

de la cofradía), poco a poco iba saliendo de las casas

el humo negro de la pana, los hombres ciegos que sabían

de memoria el camino y coincidían en el paredón

oeste de la iglesia, sólo hombres, las únicas viudas

con derecho a opinión debían encargarse

de la comida para treinta y dos cofrades 

y el socorro a los pobres que amparaba

el artículo siete de las ordenanzas, debían ser votados

los puntos del conflicto que aludían a la apertura del canal

por tierras vecinales, incluyendo un prado de la iglesia, 

una fanega azul de cereal en la solana 

que la cofradía le arrendaba a un forastero sin asiento

ni derecho de vecindad consolidado,

Orestes se enfrentó Pilón por la cuestión de la hacendera

que transitoriamente habría de salvar el puerto del Pumar

mientras se libraba el desnivel con muro, aceña y canjilones,

su derecho de aguas quedaba sometido a cuarentena

mientras durase la obra y su cosecha amenazada,

tras el salveregina hablado se pasó la bolsa con las bolas

y se votaron las propuestas por colores,

pero se fue la luz porque el eclipse venía adelantado

y otra vez las campanas se incendiaron 

como el dolor de una jauría de perros en invierno,

al no ser fácil distinguir colores se dejó el recuento

para un día mejor, no señalado

por el dedo acusador de Electra.

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