En los días de plata
emergía del paredón ruinoso
un mano sonámbula,
hacía el gesto de escribir
y en el estuario de sus dedos
se abría la señal de la victoria,
la noche de san juan juntaba
la leña suficiente para arder
hasta la madrugada,
permitiéndole al sol una hora larga
de indolencia sabática,
-esto provocaba la locura en los relojes
y a los nueve meses se notaba
un incremento en los bautizos-.
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