Mi padre no murió en invierno,
aunque desde la nieve se alza su recuerdo
sometido al imperio de su norma:
una imagen de ángel estampada
al lado de la huella, como firma
de autenticidad y un leve ensanchamiento
de la vereda al detenerse y deshacer la línea recta,
siempre usó la memoria del bordillo
bajo el relieve blanco
y el olor a marfil del aire fino
que bajaba del norte camuflado
con los reflejos de la luna,
pisar sobre la huella, nunca rompas
sin necesidad ese perfume
tan perezoso de la nieve, por debajo
sigue reptando la invisible
lombriz de la costumbre,
motivo suficiente para mantener sin merma
la hinchazón congelada de las cosas.
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