sábado, 3 de septiembre de 2022

Kilómetros de sueño tras el burro

 



En el tiempo de la trashumancia 

subir a la majada era como emprender un viaje,

las antiguas carreteras mantenían secretos de gravilla, 

atravesaban pueblos con la misma indiferencia que un cuchillo

atraviesa el corazón del pan,

siempre había chopos vigilando

para llevarte hasta un refugio frecuentado

por la soledad  y el cierzo entre animales,

se miraba lejos, como tendiendo huida, 

o se desertaba de lo próximo para zafarse de un destino

desagradecido y familiar,

pero en dos semanas

se regresaba a los pecados campesinos

que eran gloria y condena,


las hoces siegan, las palabras vigilan, 

cada agosto era un año cereal,

con la trilla quemando la pelusa que le crecía al ángelus

sollozado desde el campanario, el botijo

sin agua y apenas con un hilo de esperanza

de entrar en ese túnel sombreado 

que el ciclo temporero nos tendía.

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