La mañana se alza
con la claridad de un chorro de agua,
hay una plegaria de violetas
a la diosa armonía
sobre la madera de la mesa,
unos dedos laicos se proponen
descifrar el enigma del placer
trazando garabatos
en el albor nevado de la harina
que ha sucedido al rebanar el pan,
tras la ventana esperan los gorriones
la compensación de las miguitas
y sin darse cuenta nos redimen
de nuestra ignara suficiencia.
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