Casi siempre evitamos
concentrar la mirada en esa
sutil amenaza de la aguja cortada al bies,
aguda como brisa de mármol, lenta
que hasta necesita de otras manos
para encontrar la vena y convertirla
en vía, manantial entubado, rojo
motivo del temor o su emblema,
dicen
los manuales que algo va hacia ella,
los latidos le hacen frente
como hieráticos hoplitas,
sus grebas temblorosas resonando
como ajorcas de plata en los tobillos
de la quietud,
y de pronto la sangre,
como un verso apócrifo de Homero,
se desdice de la ferocidad y exhibe
la aprehensiva mirada del miedoso.
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