Se llega así a la nada, con las manos
vacías y el pensamiento
enhebrado a una idea singular del todo blanco,
la falta de color alternativo, fruto
de cancelación o supresión de competencia,
te hace apreciar la oscuridad del blanco
como luto olvidado de la guerra, las espinas
algodonosas de la paz y el llanto tibio
por las ausencias adheridas
con memoria parásita a un recuerdo de familia
que ni la irritación ni el miedo
son capaces de borrar.
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