Subí a aquel cerro semisagrado
donde tanto lábiros como vadinienses
recogían el agua que goteaba de un hisopo de mandrágora
para curar el mal de buey,
llevaba una punta afilada de antracita
para grabar en la pizarra los versos de aspirante a poeta regional,
al concurso acudía gente de pelaje espeso recogido en trenzas
o ermitaños de cabeza tonsurada, aprendices cántabros
de la herrería musical, astures de la parte más occidental
tocados con birretes de piel de íbice blanco, -el vértigo imposible-,
y algún local acomplejado por su habla impenetrable
como los niños de la escuela en su primera clase,
se bebía el agua turbia sin fermentar aún que destilaban
las manzanas silvestres amontonadas en el altar de Anora,
la que flota entre la niebla de la adivinación,
al ganador se le marcaba con la sangre caliente del recental sacrificado
para la gran comida que casi siempre se alargaba
hasta que asomaba el nuevo sol.
Zona B:
Leído en "Lecciones" de McEwan: "despertar al pueblo de su apatía frente a ´crímenes abominables, crímenes que degradan al género humano... la inane estupefacción del pueblo alienta a estos criminales", a propósito de la Rosa Blanca, varios de cuyos miembros fueron ejecutados por los nazis por defender a los judíos. APLICABLE A LOS ISRAELÍES DE HOY.
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