Se puede ver en el bisel de la cristalera,
-el corte de diamante genera una visión abstracta-,
hay un azul y luego un oro curvo,
la casaca de gala del soldado muerto
terciada al hombro sobre una fila doble de botones,
el barbuquejo acharolado cruzándole el mentón
como si fuera una navaja de afeitar,
la recia barba le ha teñido la piel,
parece que sus labios intentaran rezar,
una plegaria de ordenanza en el color reglamentario,
amatista otoñal susurrada en un latín castrense,
el arco iris de la paz, -a buenas horas-,
con la sangre de cinco continentes confundiendo banderas
y haciendo que se firme el armisticio
sobre el papel de barba del libros de visitas.
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