La tierra seca
conserva aún las marcas de la azada,
él no era agricultor, ni jardinero,
ni siquiera un jornalero a cuenta de la felicidad,
usaba la tierra como excusa
para seguir creyendo que nacía con cada primavera
y que como un árbol ocupaba el espacio
para dar graderío a la coral de pájaros,
conoció la angustia sonora de los taladores
que llegaban con sus herramientas de matar,
cada mañana señalaban con pintura roja al condenado
y se iban a desayunar entre risotadas y gruñidos de verraco,
de sus cinturones colgaban las cabezas simbólicas
de los árboles viejos; iban dejando un rastro de resina
que de lejos brillaba como la sangre verde de los gnomos
que se habían quedado sin cobijo.
Zona B:
Los horrores de ayer ya no nos muestran la realidad que sufren los palestinos. ¿Con qué nos sorprenderá hoy el ejército asesino? ¿Qué excusa utilizará hoy el mundo libre para convivir con la barbarie sin sentir vergüenza de sí mismo?
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