Apareció una tarde
con sus aperos de pescar, la caña brava
rematada con un trozo de red y los alargues
de sedal azulado para dar la batalla a peces grandes,
él contaba sus ejercicios de cetárea
como si fuesen un capítulo de Hemingway,
las grandes púas de la imaginación atravesando plata
y enturbiando de malva las aguas trasparentes,
un hermoso argumento regado con verdejo
y el temblor de la luz que proyectaba la lámpara abisal
con que engañaba a los turistas
haciendo parecer más grande el buey de mar,
su fama se coronaba de caloca y aparecía en la pared
en una foto preparada, rodeado de borrachos
como Baco en el cuadro de Velázquez.
Zona B:
Netanyahu. Cuando la historia se refiera a él, si es que llegara a hacerlo, acaso se limite a resaltar su aportación al acervo de vileza, crueldad y engaño de la actividad humana. Un engendro del que sólo podemos sentir vergüenza colectiva.
No hay comentarios:
Publicar un comentario