jueves, 22 de agosto de 2024

Iba a coger en marcha el trolebús; el tiempo parecía haberse detenido hacía varios años y dejaba que la imaginación se concentrara en el vidrio lateral donde seguía reflejándose la palidez de algunos pasajeros y en especial la carne de ella, tan humilde, sin los adornos que la moda obligaba a soportar como segunda piel, los brillos atenuados por el frío y la mirada caída en el regazo, sobre las partituras que guardaban en éxtasis devoto el secreto de sus experiencias musicales

 





Asar sardinas,

un placer del que los dioses se olvidaron

al alejarse de la playa y adentrarse en la zona caliente de las dunas

donde duermen su siesta los ancestros de la mitología regional,

el humo perfumado con el tufo laico de los sacrificios

ofrecidos sin fe ni devoción bajo el puñal urgente de la gula

que azuza la cerveza recién sacada de las brasas heladas del Olimpo, 

nada como esa refinada tortura del espeto 

alzado en cruz sobre las gentes hambrientas de milagro

que siguen paso a paso los dictados

de las guías turísticas y acuden al reclamo

de una pagana eucaristía tras bautizarse en el reflejo

de un Jordán de aguas salobres.



Zona B:

¿Cuántos días más de destrucción han de pasar para que el genocida acceda a dialogar sobre una propuesta razonable? ¿O espera a que no queden palestinos que puedan oponerse a la ocupación final del territorio que comenzó en el 48 del pasado siglo?

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