El relato sutil del buhonero
proclamaba su veracidad
emitiendo destellos azulados,
en el introito dejaba
que la respiración siguiera el ritmo
del ceremonial, los pasos lentos
hasta el portón de cuarterones
festoneado con clavos que imitaban
la infección reventona del carbunclo,
después, llegado el éxtasis, batía
con ansiedad de apnea sus alitas
de gelatina colorada
y en su frente brotaban
las candorosas perlas de un rocío
fisiológico y denso,
esa era la señal,
el filtro de una aduana caprichosa
le obligaba a volver entre protestas
a la engañosa realidad.
Zona B:
Llegado el día de la paz, (si acaso llega), ¿qué didáctica aplicar a esos cerebros infantiles que sólo han visto horror, que sudan miedo y puede que su sangre asustada no consiga depurar el odio que ha ido acumulando en una infancia sin diálisis?