Nunca quise remover el cieno
con sabor a sal de la marisma,
sin embargo recuerdo que aprendí a montar en bici
en aquel lugar tan pindio donde las nubes resbalaban
hasta perderse en la vertiente sur de las montañas,
el latín estrecho de la declinación golpeaba
con sus nudillos torpes nuestra puerta,
poder hablar a dios así, tras la cortina del disfraz,
con resonancia de campana que dispersaba nubes,
mientras la hedonista religión de Horacio
nos incitaba a recoger manzanas
y a beber el tiempo como si fuera sidra
en un refectorio largo que ni siquiera hablaba castellano
sino el idioma tubular de los devotos de Perséfone.
Zona B:
Alguien promete acabar con la guerra, lo malo es que eso significa destruir por completo al adversario. Se acercan días difíciles para la verdadera paz.
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