viernes, 1 de noviembre de 2024

Del manuscrito se perdieron las dos primeras páginas; estaba encima de la mesa, frente a la ventana y una ráfaga de viento se las llevó; cuando quiso recordar aquel comienzo su mente se cerró como temiendo la intromisión de algo forastero; así, descabezado acabó en un cajón a la espera de ese pasaje del apocalipsis en el que todo se levanta ante una llamada de trompetas

 




Desdijo historias

y esculpió miradas nuevas en el perfil de la montaña,

tiraba de una lenta erudición, la insistencia calcárea de las estalactitas

que acaban transformándose en columnas,

decía que también los locos lloran, se desnudan de todo 

y el temblor les arrebata, observa a don Quijote

haciendo penitencia en camisón, levantando los brazos a la luna 

con la veraz melancolía que rezuman esas estampas de Doré,

tenuemente románticas, a pesar de que el mundo 

aún no se ha adentrado en el berenjenal del romanticismo,

se imagina a alguien vestido de polichinela que contempla

cómo cae el telón, las puntas reviradas de sus pantuflas

asomando fuera, diferenciando los aplausos

del verdadero amor, las mozas de la venta

de las damas de honor de Dulcinea,

con la exigencia y el rigor que se suponen

a un trabajo de tesis doctoral.



Zona B:

Quizá esa vía muerta que él aún no ve; o la soledad cuando el humo se disuelva y aparezca el desierto. Terminarán tan solos como parecen aspirar a estar, rodeados por un recuerdo de exterminio.



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