domingo, 3 de noviembre de 2024

El paleontólogo aprovechó la soledad para ejercer de insólito forense; examinó con atención el maxilar, lo frotó con un esparto impregnado en gasolina hasta sacarle brillo; sin lugar a duda la quijada es de pastor, no de un campesino del lugar, se dijo, el ángulo que soporta la articulación es resultado de muchas horas de contemplación, generaciones de miradas inactivas que acaban apoyándose en el codo para afianzar el pensamiento, dando origen a esta curiosa curvatura

 




Penúltima parada, muy cerca ya de El Castañar, 

los burros se trababan a la argolla

en la portalada del mesón, era lugar de consentido,

charla y posada y el vino espeso que dejaba sangre

en los desconchones de la loza, 

o el descreído altar de las plegarias tristes donde se fumaba

para dar aire de incienso a la emanación del muladar, 

allí Sabo el taciturno, el de zahones florecidos de verdín,

el bardo tartamudo improvisaba de un golpe tres baladas

sobre pastoreo y trashumancia, 

días de llanto enmascarado en lluvia, madera humedecida que al arder

soltaba un humo avinagrado que enturbiaba las guardias

en el exterior sin luna, y toses, un solo de toses que duraba

lo mismo que una apnea de competición,

abajo, en la penumbra del camastro

se soñaba con ángeles, con faunos sin vestir, con animales

o con el cordón umbilical de algún cordero 

nacido antes de tiempo y que probablemente

habría que matar.



Zona B:

Repítase la historia, hágase ver al descreído su obcecación y que se cumpla la sentencia que distingue a los malos de los tontos. Sin duda se verá un mundo diferente.

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