Cielo bajo es
ese que propones, pero te seguiré
guiado por las lámparas solares
que al anochecer se encienden
y distribuyen gota a gota
la sobreabundancia de la luz,
igual que racionaban el aceite
para mantener con vida
la llamita del hambre,
allá por los cincuenta.
Zona B:
Qué misericordioso dios acabará llamándote por tu verdadero nombre, el que recorre como lava tus venas de chacal.
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