Me detengo en la puerta del lupanar,
pido la vez, aquí se vende el pan en las mañanas de domingo,
piensas:
así es como los pájaros consiguen el sustento,
ellos ni siembran ni aran, ni tejen o hilan pero saben
estar allí donde el milagro serpea con maneras de gusano,
a este lugar asoma siempre lo sobrenatural,
la voz de alguien que ha muerto, cualquier peregrinaje
tiene aquí posada, agua fría para refrescar los pies hinchados
y un rincón donde dejar colgada la mochila
de las preocupaciones, puedes entretenerte curioseando
tras los cristales de los coches aparcados bajo la morera,
modelos que ya apenas circulan y se congregan a la sombra
como los viejos en verano para consultar la necrológica
pinchada en el corcho de la entrada, se busca coincidencia
de nombre y apellidos y se talla una muesca en el bastón,
los martes y los viernes hacen el pan de fuego
y se acercan vecinos de toda la comarca, se habla
de la bondad del clima, aquí lo llaman bendición de dios
y acuden con ofrendas para que siga siendo
el verano perpetuo, la felicidad de los chacales.
Zona B:
Cada mañana el genocida desayuna su ración de sangre bajo la humareda que levanta el bombardeo; ya ni cuenta los muertos, sólo los que aún deben morir para dejar libre el terreno. El mundo occidental hace un ademán al niño malo y sigue alimentando su negocio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario