sábado, 23 de noviembre de 2024

También aquí se lucha contra la asechanza del vacío, se habilitaron las ruinosas casillas de los peones camineros como posadas de ocasión, salió a subasta la gestión de una cantina y se reformaron las verojas para ofrecer alojamiento a caminantes; incluso se fijó a la entrada una vieira de hojalata pintada de amarillo que daba derecho a sello de jornada para hacer el camino de Santiago

 




Me detengo en la puerta del lupanar,

pido la vez, aquí se vende el pan en las mañanas de domingo, 

piensas:

así es como los pájaros consiguen el sustento, 

ellos ni siembran ni aran, ni tejen o hilan pero saben

estar allí donde el milagro serpea con maneras de gusano,

a este lugar asoma siempre lo sobrenatural,

la voz de alguien que ha muerto, cualquier peregrinaje

tiene aquí posada, agua fría para refrescar los pies hinchados

y un rincón donde dejar colgada la mochila

de las preocupaciones, puedes entretenerte curioseando

tras los cristales de los coches aparcados bajo la morera, 

modelos que ya apenas circulan y se congregan a la sombra

como los viejos en verano para consultar la necrológica

pinchada en el corcho de la entrada, se busca coincidencia

de nombre y apellidos y se talla una muesca en el bastón,

los martes y los viernes hacen el pan de fuego 

y se acercan vecinos de toda la comarca, se habla

de la bondad del clima, aquí lo llaman bendición de dios

y acuden con ofrendas para que siga siendo

el verano perpetuo, la felicidad de los chacales.



Zona B:

Cada mañana el genocida desayuna su ración de sangre bajo la humareda que levanta el bombardeo; ya ni cuenta los muertos, sólo los que aún deben morir para dejar libre el terreno. El mundo occidental hace un ademán al niño malo y sigue alimentando su negocio.


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