Debió usar un carbón
caliente todavía
para pintar este caballo,
no es la caliza
una pradera donde el pasto
tiente al garañón, ni el cerco
de oscuridad de la caverna
un refugio adecuado
para agrupar a la yeguada,
pero hasta aquí llegó
domesticada por el arte
su ferocidad y ahora
sus ojos casi humanos
desafían al tiempo
desde el que tú le miras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario