(con "ringo" al teclado del paso de cebra)
Me contaba que en el sueño
el perro rechazaba aquel lenguaje de sonido arrastrado
con que intentaba hablarle,
y él tampoco entendía las alturas de sierra del ladrido,
ni el razonador gruñido que cerraba
como una argolla su argumentación,
al despertar se conformaban
con mirarse en silencio,
ahora que el perro ya no está
usa el idioma ciego de la música para llegar a él
y a sus dedos regresa
la electricidad estática de su pelaje blanco y negro.
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