No hay cristal, no hay marco, no hay color,
la vista se dispersa en el espacio
virtual de la ventana,
las monedas suenan a refrán, las frutas
huelen a calendario y a la mesa
llega como invitada permanente
la inteligencia artificial que nos reparte
raciones de nanoalimento,
para que aprendamos
a considerar nuestra pobreza.
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