El acróbata resbala
una y otra vez sobre el asombro
líquido del público,
qué grande y proceloso mar ese ojo colectivo,
un solo espectador pendiente de la red
acoge la pendular obstinación del bocabajo,
acolchando con su inconsciencia
la dureza desnuda del cemento,
y grita
circularmente alarmado
cuando ve caer sin paliativos
una otoñal hoja de chopo.
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