Algo tendrá de inhabitual
el frío de mis manos,
ese que remedia con segundos
de hielo volador sobre las sienes
el martillazo aterciopelado de la fiebre,
nada es eficaz para librarlas
a ellas del aroma del invierno,
ni las flores más simples
del escaramujo con su belleza natural
ni el alocado pulso de los meses
contaminados por la primavera.
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