Ya está cerrado el bar,
las tazas apiladas se entrechocan
cuando ruge el camión de la basura.
los vasos hablan un idioma con aristas,
y los cubiertos vibran en el último cajón
junto a los platos puestos a escurrir,
en las afueras
suena un reloj, casi las tres,
los brillos del metal se cruzan miradas frías,
se diría que no logran apaciguar la furia
de una jornada laboral sin pausas
y mantienen en alto los agravios
aunque hayan bajado las persianas.
La noche rueda por la acera
como una bola vegetal y en la distancia
se oye ladrar a un perro,
hoy la luna no ha salido.
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