Sigo a la escucha,
nada suena como tu voz,
los tonos altos los recibo
como gotas de lluvia, los más graves
con estremecimiento, tengo
fijos los ojos en la luz
que declina al oeste,
tarde, muy tarde ya para buscarte nombre,
si hemos cubierto la distancia
entre la fragua y el altivo mirador
es que nunca fue necesaria
la mano del herrero para hacerte
sonar con esa voz tan inhumana,
¿o quedarás en instrumento
capaz de aprovechar los recovecos
de la casualidad para que el viento
saque de ti un lenguaje?
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