¿Qué nos quedará al final
a quienes escribimos versos
sino ese estilete puntiagudo
con alma de grafito que separa
la sombra de la luz?
entonces, cuando el final decida
despojarnos de todo seguiremos
con los dedos manchados de ese aceite
para dibujar un pentagrama
de obligado silencio
sobre el muro de cal de la memoria.
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