Duermo con el plano del templo
debajo de la almohada, cuatro líneas maestras
cercadas por un peristilo
de puntos negros, un rectángulo
de sagrado silencio que se impone
al crujido enfermizo del papel.
Hasta esta periferia
nunca llegó con suficiencia
el caudal de creencias y sestercios
para justificar la construcción de un ara
a un diosecillo secundario,
yo mismo dibujé los planos y los guardo
debajo de la almohada para darles
el deterioro con que la antigüedad
adorna a las mentiras memorables.
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