Creo y me arrastro
por esos vericuetos de la fe,
pero sin atender a consecuencias,
prefiero el campo verde de la preignorancia,
en ella el fuego
arde más lento y se ilumina
el entorno rodeado de columnas
donde dormita el monstruo
que responde al nombre de verdad.
Me niego a ver lo que otros ven
como colores naturales,
esa es la ventaja
de ignorar complementos o dejarlos
abandonados a sí mismos
frente a la rigidez de la sintaxis.
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