En ese libro está encerrado Ulises,
me susurró la sombra
proyectada en la arena por la roca
que tapiaba la cueva,
fui leyendo huellas en la playa,
la extraña caligrafía de unas aves
conocedoras de otros mundos
de complicada traducción, y supe,
o eso creí yo, que Ulises era
el reclamo perenne para darle
credibilidad a los vaivenes
del mar y sus leyendas,
como si el libro negro de la cueva
dictara la deriva del gran viaje
que no tiene final.
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