Yo, indeciso,
soñé que mataba al animal,
pensé que el alma
es sólo espuma que le sobrevive,
cogí el cuchillo
y empecé a subir la cuesta,
y allí entre zarzas y embustes
estaba el animal, algo sin nombre aún
aunque rociado de hermosura,
me miraba asustado
tras un escudo de silencio,
sangre dócil, pensé, pero ya acusadora
como las bayas rojas del escaramujo,
así es la vida, pensé, el sucio escombro
de una civilización sobrecargada
de conceptos barrocos,
y volví a bajar con decisión,
con el pensamiento renovado,
sin haber empleado mi cuchillo.
Zona B:
Mira el Jordán, baja con agua roja, flota en sus aguas el horror de un palestino asesinado, llegará hasta ese mar que ya está muerto y multiplicará por mil la muerte y el horror, ante la mirada indiferente de los turistas.
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