Salud a los enfermos
de melancolía y de musgoso aburrimiento,
de ellos ha de ser, supongo, el reino de la soledad
en las templadas alboradas del otoño cuando las hojas caen
por contagio o costumbre y van a arder al pudridero,
ellos, sí, los que abandonan dejándome vacío,
libre de preocupación, tan huérfano
que mi aureola huele a muerto, también yo sufro
su soledad, se reproducen decrépitas sus ruinas,
el escombro mental de los recuerdos
dejados a secar al sol como los musgos del verano
hartos ya de llorar y de enfangarse
en el lodazal de la melancolía,
allá abajo, en el barro, han quedado sus huellas,
su tributo a la terrible devoción
de quien huye de todo lo que admira.
Zona B:
El final de la guerra puede poner al genocida en manos de la justicia de su propio país, la corrupción, los sobornos y el intento de controlar los tribunales en su beneficio le pasarán factura.
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