Ha estado lloviendo,
la explanada delante del museo
brilla como una estrofa de titanio,
no es espejo y refleja, no hay paraguas
y el sirimiri se pasea a hombros de un altivo
sancristobalón de botas altas, no es nada parecido
al temblor fibrilar del espejismo y nos seduce
lo mismo que un desierto.
y digo yo, para qué tanto
si hasta aquí nunca va a llegar la inundación,
si ya no queda cieno en el agua plomiza
y en las ventanas se refleja el cultivado esfuerzo
de una construcción primaveral que ladra y mira
con ojos vegetales la majestad que surge
como un cetáceo de la ría.
Zona B:
¿No habrá nadie capaz de imaginar una ONG que cuide de esta especie en extinción que ni siquiera tiene nombre y que podría llamarse a posteriori homo patiens palestinus?