Dejemos eso claro, en el futuro
no contar con los pálpitos del clima,
pongámonos a salvo de la aceleración de sus arritmias
y de los olores macerados del cereal almacenado en silos,
nuestro esfuerzo ha de girar en torno a un beneficio
no del todo seguro, confiar en la madera
como material de construcción
y en el aire limpio como apuesta final para una vida
sometida a mínimos, en una casa a pleno sol
bajo el rigor de los desiertos, el agua bajo llave
y la mirada tras la mosquitera que protege
contra la invasión de la ansiedad, aquí cercados
por un código de barras carcelario
que ofrecerá la realidad en lonchas finas.
Zona B:
Cada mañana, al despertar, mira hacia oriente donde sigue consumándose el más espantoso genocidio de este siglo, a manos de quienes fueron víctimas del anterior. Mala memoria la de aquellas víctimas que hoy ejercen de verdugos.
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