Llegué jadeando a la casa,
reposé un momento y pude oír
en el piso de arriba el pulso irregular
de los pasitos de mi nieta aún protegidos
por la telilla ciega de la vigilancia maternal,
el silencio aquí gotea como la miel,
despacio y prolongando los finales,
te quedas esperando que los pasos regresen
para acoplar a ellos tu respiración ya más pausada,
luego escuchas el aplauso para quien ha ganado la carrera
contra el hipotético rival que se refleja
en la mampara acristalada de la guardería.
Zona B:
Para muchos judíos no es la guerra una sangrienta realidad. Contemplan la humareda, escuchan explosiones y a veces se divierten con la estela de luz letal que dejan los misiles. Pero nunca piensan en la muerte o el dolor o la desesperanza de la gente que resiste en ese espacio señalado por la barbarie del gobierno genocida como objetivo militar. ¡¡Y SON CIVILES INOCENTES!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario