miércoles, 30 de abril de 2025

Entre el estiércol de las vacas brillaba una lasca de pizarra con hendiduras esgrafiadas a buril que acaso intentara sugerir la simbología elemental de unas divinidades campesinas a las que la majestad les estorbaba como una capa demasiado larga

 




Ha estado lloviendo,

la explanada delante del museo

brilla como una estrofa de titanio,

no es espejo y refleja, no hay paraguas

y el sirimiri se pasea a hombros de un altivo

sancristobalón de botas altas, no es nada parecido 

al temblor fibrilar del espejismo y nos seduce 

lo mismo que un desierto.

y digo yo, para qué tanto

si hasta aquí nunca va a llegar la inundación,

si ya no queda cieno en el agua plomiza

y en las ventanas se refleja el cultivado esfuerzo

de una construcción primaveral que ladra y mira

con ojos vegetales la majestad que surge

como un cetáceo de la ría.



Zona B:

¿No habrá nadie capaz de imaginar una ONG que cuide de esta especie en extinción que ni siquiera tiene nombre y que podría llamarse a posteriori homo patiens palestinus?

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