Aquel verano volví de vacaciones
con un traje prestado: una chaqueta sin solapa
y pantalones cortos de una tela inapropiada para la estación,
el tren se retrasó y llegué tarde a la boda,
mucha gente apiñada a la puerta de la iglesia
y yo plantado allí buscando alguna cara familiar,
cuando acabó la ceremonia me vi empujado por la multitud,
no había hueco por el que asomarme
y se marcharon todos en los coches hacia el restaurante,
yo me quedé junto a la verja
confiando en que alguien se diera cuenta de mi ausencia
y volviera a buscarme, allí, embutido
en mi disfraz de niño rico que había equivocado
los horarios, la parroquia y hasta la fecha de la boda.
Zona B:
Hasta a los perros se les da un trozo de pan. En Gaza no. No se permite la entrada de alimentos y la población se apiña con miedo en la mirada buscando algo con que engañar el hambre. Mientras tanto en Israel se vive una normalidad tramposa, como si el dolor fuera patrimonio exclusivo del pueblo palestino.
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