En las madrugadas
de camino a los prados más lejanos
aún se citaba la leyenda del invisible corredor
que ocultaba su sudor con el barro amarillo
de la laguna de las ranas,
así lograba burlar la vigilancia de los segadores
que agotaban sus turnos de regada incluso a horas nocturnas
para domar la hierba brava y hacerla dócil al siseo
acariciador de la guadaña,
las tibias codornices con sus polluelos en hilera
trataban de engañar al segador adoptando la forma de una piedra
y obligándole a parar, y esa parada
podía convertirse en la señal para el refrigerio de las diez,
pan con tocino y una mirada al sol que ya caía
con el furor de un trago de aguardiente,
después se deshacían los marallos para el oreo de la hierba
y se picaba la guadaña para dejar su filo preparado
para la próxima jornada.
Zona B:
¿Qué buscarán el genocida y el payaso metiendo el palo en el avispero de Irán? Tal vez pretendan agrandar el perímetro de la guerra y hacer aún más rentable el negocio de las armas.
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