Ha cruzado el rigor de la alambrada,
en las púas hambrientas ha quedado
su sensibilidad, su miedo hecho girones,
quien avanza ahora es el soldado,
un automatismo lubricado por el entrenamiento
y la repetición,
lleva en el bolsillo cuatro balas
abrillantadas por el uso, las maneja
como instrumental para matar su propio miedo
igual que las canicas, a veces se transforman
en bolas de cristal que se divierten
con la adivinanza del futuro,
esa humareda que sube del presente en llamas.
Zona B:
Cualquier excusa ha de valer al estado genocida: un "error" no previsto en el manual, una ocurrencia graciosa de un soldado o la modorra de algún oficial embrutecido por la sangre, hoy aquí, mañana allá, cualquier lugar es adecuado para borrar del mapa a un palestino, a un libanés o a un miembro de cualquier etnia marcada por el sionismo, que ya ha superado al listón ario que impusieron los nazis.
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