Siempre tuve en mente ese lugar agónico
que termina emergiendo entre las olas
tras la última batida de furor del mar embravecido,
llega a ser un consuelo recluirse
en la ficción del náufrago que sabe
cómo y cuándo acabará el relato
de su envolvente travesía
cuando el aeropuerto te recibe
en el vapor de la megafonía
y te invita a rescatar tu nombre
en la cascada luminosa de una panel
de información para perdidos.
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