El cielo oscuro va curvándose
sobre la mísera hojalata de las chabolas,
nunca imaginé un marco tan barroco
al que las nubes quisieran asomarse
y donde las estrellas reclamaran su derecho a aparecer,
el viento se detiene ante el semáforo
y lo bambolea con dulzura,
sopla en la brasa verde con labios apuntados
hasta volverla roja de rubor,
entonces sigue su camino riéndose de la prohibición
como si el verde de los árboles
fuera un simple guiño de la publicidad,
no el forraje esencial de la mirada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario