Ando así,
con la sensación descalza de la carne viva,
tratando de apurar el jugo de los atardeceres incendiados
que no logran apagar ni la llegada de la luna creciente
ni el aporte esquirol de un piquete de estrellas,
y qué uso dar a estas herramientas
enemistadas con la utilidad,
ellas tan sólo sirven a regañadientes
para abrir la zanja y convocar abismos
de sombra relativa que no alcanzan
ni a delimitar frontera,
que el camino me deje ese olor a longitud del humo
y que el cansancio llegue igual que el fin de etapa
con la jarra del agua en la fresquera.
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