Alegremente me di al vicio de la búsqueda
en campo abierto,
iba siguiendo auroras, meridianas luces o crepúsculos
en la hora suicida,
buscaba sólo por buscar y algunas veces
no reparaba en que el hallazgo
iba tras de mí olfateando
el olor forastero del que busca,
una mancha roja en el pantano
puede ser sangre de junco, el sol caído o el despegue
de una colonia de colimbos con sus collares de crucero,
las sombras se redimen unas a otras
en su frente común contra la luz y ocurre a veces
que la nada sometida a observación no aporta más sorpresas
que el objeto incapaz de desprenderse
de la protección del camuflaje.
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