Se dieron órdenes precisas,
Aquiles fue informado del orden de batalla,
lanzas, flechas, escudos, todo a punto,
pero el se disculpó, dijo que había
tenido un sueño oscuro en el que toda
la playa olía a ácido fórmico,
dejadme solo, quiero consultar con las almas
evaporadas de los otros,
y se fue cojeando como si la esquirla
de un hexámetro aéreo se le hubiera
clavado en el talón mientras dormía
sobre el cono de arena levantado
por sus feroces mirmidones.
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