Regresa a casa por la avenida de los plátanos,
sus pensamientos hacen, lo mismo que las ramas,
una complicada transfusión de savias ignorantes,
todo a consecuencia del subsuelo oscuro de la enfermedad,
las marcas de la fiebre se quedaron
en el tablero verdiblanco que vigila anclado
a los pies de la cama, son guarismos
incomprensibles sacados de ese idioma saturnal
que habla de salud oscilante y de cultivos tóxicos
que miden grados de ansiedad y progresan
como dientes de sierra hacia una nube de preocupantes tonos grises,
cuando ya está llegando a casa
suena un trueno lejano y se consuela imaginando
el tecleo artesanal que hacen las gotas
al chocar con el polvo del verano.
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